Buscamos satisfacción inmediata, comemos por impulsos irracionales de la emoción del momento. Tenemos esa vocecilla interior que parlotea constantemente en nuestra mente: «No pasa nada, es un día, te lo mereces, te vas a sentir mejor si comes el chocolate, la vida son dos días….»
Esa gratificación es un placer, a veces, engañoso y efímero y no nos soluciona el problema, nos deja igual que estábamos y la gran mayoría de las veces con remordimientos y al cabo del tiempo, si esas situaciones se repiten con frecuencia, con unos kilitos de más.
Es verdad que la sociedad no lo pone fácil, ya que tentaciones no nos faltan.
Tenemos que reeducar al paladar, ya que con tantas comidas saladas, procesadas que contienen potenciadores del sabor, colorantes…hemos perdido el gusto por lo natural, y esto nos parece soso o que no tiene sabor o no tiene buena pinta. Nos hemos olvidado la función principal de la comida, Nuestro cuerpo necesita «combustible» de calidad, que nos mantenga con energía y saludables.
Es importante saber que no es lo mismo lo que nuestro cuerpo desea y lo que necesita realmente.
Si comparamos nuestro cuerpo con un niñ@ de 4-5 años, El niño sabe lo que quiere y desea, pero no es consciente de lo que le conviene. Tú al niñ@ no le das chuchería o chocolate, cada vez que te lo pide, ¿no?, por mucho que llore y patalee. El niñ@ se acostumbrará a no pedirlo si sabe que no es el momento y tú sabrás cuando hay que dárselo de manera ocasional .Pues con nuestro cuerpo pasa igual. No se le puede dar de todo cada vez que lo pida, porque simplemente esté triste, se sienta sol@ o incluso haya tenido un mal día.
Empieza a poner más atención y a distinguir qué es realmente lo que tu cuerpo necesita. Y sí.. habrá que «muscular un poco la fuerza de voluntad», a medio y largo plazo, te alegrarás, además de que te habrás convertido en una persona fuerte y con un peso saludable.
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