Solemos tener apegos a ciertos alimentos y normalmente, cuando lo tomamos, al ratito, nos sentimos culpables, a veces, incluso perdemos el control y no podemos parar de comer, esta galletita o ese chocolate…, suele apetecernos en un momento del día concreto o cuando nos sentimos de una determinada manera (estresad@s, aburrid@s, enfadad@s, hemos tenido un mal día …), a veces incluso no hemos hecho ni la digestión del almuerzo y ya tenemos el antojo, no es hambre física, acabamos de comer y bien.
Los apegos pueden venir por una carencia física, emocional o mental, hay una desconexión interior.
¿Por qué suele ser un alimento concreto? para unos chocolate negro, para otros con leche y almendras, para otros un dulce concreto o un helado, o algo salado… No nos apetece cualquier cosa, es más, hasta que no lo tomamos, no paramos. ¿Os suena? En dicho alimento hay un efecto, una reacción y eso es realmente lo que buscamos.
Cuando hay un apego excesivo a cierto alimento o sustancia, estamos interiormente vacíos, o mejor dicho, algo está pasando dentro de nosotr@s, «nos escuchamos» más bien poco, ¿qué está pasando en ese momento en nuestras vidas? En nuestro día a día, hay constantes retos, desafíos (hay quien llama problemas), circunstancias personales que afrontar que nos desestabilizan y desequilibran y nos sacan de nuestra zona de confort: un despido, una ruptura, enfermedad, incluso a lo mejor, es que no hemos encontrado nuestra pasión, lo que nos hace vibrar o no hemos aprendido a interioriza y a escucharnos para saber que es realmente lo que somos y queremos.
No nos damos cuenta, de que por más chocolate que comamos, el problema seguirá ahí. Seamos más inteligente que «los apegos» y empecemos a afrontar nuestros problemas (mejor desafíos) y buscar soluciones fuera de la comida.
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