Ya hemos hablado en otras ocasiones y hoy seguimos ampliando sobre la relación que existe entre alimento y emociones.
A esto se le llama hambre emocional, somos “comedores emocionales”. Comemos cuando estamos tristes, aburridos, ansiosos, enfadados, estresados…. en estas ocasiones, normalmente, no comemos por hambre física sino para acallar esas emociones. Por eso por más chocolate, dulces… que comamos no nos llenamos y seguimos sintiéndonos igual o peor.
El hambre emocional llega de una manera repentina y urgente. No te apetece cualquier cosa, suele ser un alimento en concreto, una vez que empiezas, cuesta parar, pierdes el control. Hay una necesidad de cambiar cómo te sientes y lo solventas y tapas con comida. Por más que comas no se pasa el malestar, comes pensando que te vas a sentir mejor y no es así, es decir no se satisface con comida física.
Cuando usamos la comida, como alimento emocional, nos aporta un beneficio inmediato, muy muy corto, causa placer pero no soluciona nuestros problemas.
Son muchas las personas que intentan llenar un vacío emocional a través de la ingesta de alimentos (normalmente insanos, la llamada comida basura o también con más cantidad de la cuenta). Nuestros problemas se intentan mitigar con la acción de comer y las consecuencias inevitables son malestar, kilos de más, sobrepeso y obesidad que no hacen más que dañar la salud y no eliminar el problema inicial.
Y estamos tan acostumbrados a tapar las emociones con comida física que nos cuesta distinguir cuando es hambre física y cuando emocional.
Tenemos adicción a la química de algunos alimentos: café, dulces, fritos, lácteos…lo usamos como barrera de protección o de cobijo ante ataques externos, nos sirve como anestesia para taponar la emoción, es un instrumento para acallar nuestros malestares (soledad, aburrimientos, estrés, abandono, ansiedad…).
Os habéis preguntado alguna vez: ¿Para qué comes, cómo comes, si saboreas realmente la comida, si estás presente mientras comes, si estás relajad@? ¿Qué tipo de alimentación tienes?…
¿Estás satisfecho con los resultados que obtienes actualmente? ¿Tienes un peso saludable?, ¿buenas digestiones, te sientes con energía y vitalidad? ¿Vas al baño todos los días?…
Las respuestas a todas estas preguntas te darán una pista de si vas por buen camino o tienes algo que cambiar.
Tenemos tres cuerpos: físico (lo que se ve), el mental (el que piensa) y el emocional (el que siente) y cada uno va por un lado, no hay conexión entre ellos, cada uno necesita alimento de un tipo y damos al cuerpo emocional, alimento físico, sin tener en cuenta que las emociones no tienen dientes ni sistema digestivo. Tenemos que aprender a escuchar nuestro cuerpo y descubrir que es lo que queremos conseguir cuando estamos comiendo más cantidad de la cuenta, o comida basura, o tenemos adicciones a ciertos alimentos. Si empezamos a escuchar y conectar con nuestro cuerpo (conexión entre la parte física, mental y emocional), sabremos qué estamos necesitando y saber cómo alimentar a cada cuerpo. El único cuerpo que tiene dientes y estómago es el cuerpo físico y no le estamos dando combustible (alimento) de calidad.
Si cambiamos nuestra forma de pensar, cambiamos nuestra forma sentirnos y con ello nuestra forma de comer.
¿Cómo puedes obtener la misma sensación de bienestar sin utilizar la comida? ¿Cómo puedo sentirme relajado con la comida? ¿qué estamos intentando tapar o llenar?
Hay que pasar a la acción y empezar a hacer cambios. La alimentación está estrechamente relacionada con las emociones y sentimientos. Esos kg de más, esa ansiedad por la comida están ahí por algo, hay un beneficio, una intención positiva, estamos apegados a la comida porque nos aporta un beneficio aunque sea de inmediatez.
Para que un cambio perdure en el tiempo, primero hay que mirar en el interior, hay que ir a la raíz del problema y como consecuencia bajarás peso y cambiarás tus hábitos.
Las dietas fracasan, normalmente, porque no van acompañadas de ese cambio interno, se enfocan en la consecuencia, en el peso y no en la raíz del problema. Y están asociadas a la privación, negación, restricción, escasez…tenemos que sentirnos libres, la comida es para vivir, no para adelgazar. Diseñar un cambio de hábitos con los que te sientas agusto, que disfrutes y tengas peso y cuerpo q deseas.
¿Cómo quieres alimentarte a partir de ahora? toma conciencia, responsabilízate y comprométete con tu proceso de cambio personal.
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